VIDA FRATERNA
Es un momento de gracia y de
bendición, el de compartir estos cuatros días tan llenos con la comunidad, de
expresar nuestros sentimientos, sueños, alegrías, inquietudes, ilusiones, pero
también de darle gracias a Dios por poder contar con el apoyo incondicional de
una pequeña comunidad, en la cual quiere y se esfuerza día a día para vivir al
estilo de las primeras comunidades donde todo lo compartía y colocaban todo a
la disposición de la comunidad, en donde nos podamos vernos que todas somos
importante e indispensable, para crecer como personas y para enseñar que si es
posible vivir en comunidad, pero sobre todo siguiendo al Maestro de los
maestros; es decir a Jesús de Nazaret, de imitarlo, de tener sus mismos
sentimientos y sus mismas actitudes.
Fue un momento bello que pudimos
experimentar los detalles que Dios nos ha regalado y nos sigue regalando, de
conocernos un poco más, de reconocer que somos frágiles y que somos humanos,
pero que tenemos algo en común, tenemos un mismo proyecto, un mismo ideal que es
de encontrarnos con Dios a través de las personas, de amarlo y hacer que lo
amen, de redescubrirlo en nuestras vidas y en nuestras historias personales.
Vivir en comunidad es un reto y
un desafío inmenso, en la cual nos invita a morir primero a nosotros mismo,
segundo morir a nuestros caprichos y voluntades propias, para vivir un estilo
diferente y único, en poca palabras a morir a nuestros falsos ideales, a
nuestros falsas amistades, a la independencia que estábamos acostumbrados, para
ser testigo y presencia de Jesús en el aquí y en el ahora, sin importar lo que
hacíamos o lo que dejamos de hacer por seguirlo a él.
En fin la comunidad nos ayuda a
purificarnos, a madurar en la fe y en la confianza hacia un hermano/a, nos
ayuda a confrontarnos con nosotros mismos, a ir cambiando nuestra manera de
pensar, de actuar y de vivir, es decir, a ser mas auténticos con nosotros
mismos, con la comunidad y con las personas que están a nuestro alrededor
(pastorales). También podemos decir que la comunidad nos apoya cuando sentimos
que ya no encontramos sentido, cuando ya no podemos mas, nos anima a continuar
caminando, a recordarnos para que estamos aquí (motivaciones), nos impulsa a
seguir optando por Jesús y su Evangelio, en los momentos de alegría allí está
la comunidad haciendo cada vez más viva y más fecunda.
Por lo tanto es el Espíritu Santo
que va actuando a través de las comunidades religiosas y va inspirando a sus
miembros lo que Dios quiere, de ir respondiendo las necesidades y a las
realidades bien sea en el Instituto, en las Congregaciones o en una sociedad y
es allí donde la comunidad se convierte en mediación entre Dios y los hombres,
también en la comunidad aprendemos aceptarnos tal cual como somos y de ayudarnos
mutuamente para santificarnos, colocando también nuestros dones y carisma al
servicio de la comunidad, en esa sencillez que el Espíritu Santo nos va
impulsando para realizar la misión que Dios nos ha encomendado.
Espíritu de Dios guía siempre
nuestras comunidades religiosas, fortalécela en sus dificultades, anímala en
sus sufrimientos, para que puedan ser testigos y mediación en la humanidad y autentico
discípulo de Nuestro Amado Jesús, con nuestra propia libertad, le hemos
prometido seguirlo y ofrecer nuestra vida al servicio de aquellos que tanto lo
necesita. Amén.
ESPÍRITU SANTO, ILUMÍNANOS Y SANTIFÍCANOS.
Escrito por la Novicia Ana Luisa Castillo