jueves, 15 de enero de 2015



07.01.15

“La vocación Misionera es un don de Dios” (Beato José Allamano)

Estamos agradecidas a Dios por la Asamblea Regional que se llevó a cabo en la Casa Espiritualidad, allí se congregaron las Hermanas Misioneras de la Consolata que están en las diferentes misiones de Bogotá, para evaluar, estudiar, reflexionar y profundizar las buenas nuevas del Instituto.

También nos unimos con muchas alegría y regocijo por celebrar el don de la vocación de nuestras hermanas Riccarda Gallo 75 años, Esther Giraldo y  Escolástica Sánchez por sus 50 años de consagración religiosa y Bertilla Pia Casonato 60 años.  Ellas han dado todo por las misiones y  aún siguen donándose más, siendo testimonios del Amor y de la Consolación que han experimentado en su vida.

Gracias por su Si Generoso y que la Virgen Consolata las sigan bendiciendo y acompañándolas siempre en sus diferentes misiones.
 



31.12.14
FIN DE AÑO Y
AÑO NUEVO DE GRACIA Y BENDICIONES
 
En este año que ya está pasando, se nos viene a la mente muchos recuerdos, alegrías, tristezas, triunfos, dichas, pero también se viene mucha nostalgia, tiempo que hemos perdido, amistades que se nos han ido, fracasos, algunas dificultades que hemos tenido, pero sobre todo recordamos a aquellas personas que hemos lastimado y que quisiéramos que no hubiese pasado.

Hay muchas cosas para agradecer y otras para pedir perdón, es un momento de evaluar nuestra vidas, lo que vivimos y lo que hemos realizado y lo que se ha quedado inconcluso. Es tiempo también para aprender de los errores del pasado y tratar de enmendarlos, es decir, comenzar de nuevo. Es una nueva oportunidad que nos brinda Dios, para llevar acabo nuestro proyecto de vida, para no cometer los mismos errores, sino más bien de seguir avanzando y aprovechando al máximo todo lo que se nos da.

 Es volver a tener la esperanza que todo se puede lograr, es tener la ilusión de que el año que viene es un regalo que Dios nos hace para encontrarnos con Él, con nosotros mismos y con nuestros hermanos; es volver a poner los ojos en las metas que nos hemos propuesto, a construir la paz que tanto necesitamos, de aceptarnos y de aceptar a nuestro prójimo tal cual es, de ser felices y de hacer feliz a otros, pero también de volver nuestra mirada a Aquel que nos creo por amor, de retornar nuevamente a los brazos de nuestro Padre Dios para que nos sigue iluminando y que nos guía en este nuevo año.

Este año que estamos dejando es hora de dejar el pasado atrás, de hacer un alto en nuestras vidas, de desechar todo lo malo que hay dentro de nosotros. Es el momento de que hagamos un holocausto; es decir, morir a todo aquello que no nos dejó crecer: nuestras indiferencias, envidia y rivalidades, de nuestros orgullos y autosuficiencia que nos alejan de Dios y de nuestros hermanos. De ofrecer a Dios este nuevo año, nuestro proyecto, sueños, ilusiones, consagrar todo lo que hay en nosotros a Él.

Hoy recordamos a la Madre de Dios que es también nuestra madre; que ella nos siga bendiciendo y acompañando en nuestro caminar, que sea ella nuestro puente que nos hace unirnos y acercarnos a su Hijo.

Virgen María Madre de Dios y Madre Nuestra sigue intercediendo por nosotros ante el Buen Dios que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

  
Escrito por Ana Luisa Castillo













14.12.14
EXPERIENCIA MISIONERA.
 
Los aprendizajes que cada hombre tiene en su vida, lo van llenándolo y enriqueciendo en todos los aspectos tanto espiritual, como personal. Así sucede con la experiencia que se ha tenido en la misión, muchas veces pensamos en Evangelizar y lo hacemos pero nos llevamos una bella sorpresa de Dios ¿Cual es?, que la gente con su sencillez de vida, nos van evangelizando.

¿Por qué se da? Sencillamente porque encontramos personas que están abiertas a acoger a Dios en su vida, en su cotidianidad, porque son personas sencillas con un corazón disponible, a escuchar, atender, simplemente tienen una fe tan grande que hace que las cosas sucedan. También diría que la realidad donde viven hace que la presencia de Dios actúe a través de estos pueblos, muchas veces olvidados por el Gobierno y hasta por la Iglesia y esto hace que las personas se aferren más a Dios desde lo que son y tienen.

Lo anterior para compartir que en el mes de diciembre, concretamente en la época de las novenas de navidad tuve la oportunidad de compartir con algunas comunidades en el sector rural de Pereira.

Las experiencias que hemos encontrarnos son de dos veredas tan necesitadas, que cuentan con un sacerdote para siete veredas, incluyendo su propia parroquia, que no le da tiempo para atenderlas como ellos se lo merecen. Son gentes tan sencillas y tan humanas que abren sus puertas para acogernos y no tan sólo las puertas de sus casas, sino también las de su corazón, pues  van contando experiencias, dificultades, anhelemos; en fin  quieren ser escuchados.

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Las dos veredas tanto de “Yarumal” como de “Pérez Alto” tienen riquezas, bien sea naturales como espirituales, necesitan que alguien las acompañe, las anime pero sobre todo las estimulen a acercarse más a Dios en el cual creen y confían. Son gentes que trabajan en el campo y que muchas veces no son bien remunerados.

Son realidades que nos van enriqueciendo como misioneras y a la vez nos van cuestionando y| animándonos a seguir optando, pero sobre todo nos van impulsando a  ser presencia de Dios con la propia vida, pero también es un desafío porque se nos invita a ser coherentes, a revisar también nuestra propia vida y nuestra cercanía con ese Dios que anunciamos, de ser consciente que nosotros no somos los protagonistas de la misión, sino que es Él quien nos llama y nos envía a otros.

El trabajo que allí se realizó fue interesante porque se unieron los niños, los jóvenes y los adultos, pero también logramos integrar a miembros de otros credos cristianos que hacen presencia y vida en estas comunidades. Vivimos una navidad que nos invita a compartir y a dejar a un lado nuestras diferencias.

Gracias  a las veredas por permitirnos  realizar esta misión con ustedes, estoy muy agradecida porque me han ayudado a estimularme, a amar y a seguir optando por las misiones.  Me traje  recuerdos preciosos, gracias porque a través de ustedes he sentido  la presencia de Dios.

GRACIAS Y UN DIOS LES PAGUE…

Escrito por Ana Luisa Castillo


viernes, 2 de enero de 2015



VIDA FRATERNA

Es un momento de gracia y de bendición, el de compartir estos cuatros días tan llenos con la comunidad, de expresar nuestros sentimientos, sueños, alegrías, inquietudes, ilusiones, pero también de darle gracias a Dios por poder contar con el apoyo incondicional de una pequeña comunidad, en la cual quiere y se esfuerza día a día para vivir al estilo de las primeras comunidades donde todo lo compartía y colocaban todo a la disposición de la comunidad, en donde nos podamos vernos que todas somos importante e indispensable, para crecer como personas y para enseñar que si es posible vivir en comunidad, pero sobre todo siguiendo al Maestro de los maestros; es decir a Jesús de Nazaret, de imitarlo, de tener sus mismos sentimientos y sus mismas actitudes.
Fue un momento bello que pudimos experimentar los detalles que Dios nos ha regalado y nos sigue regalando, de conocernos un poco más, de reconocer que somos frágiles y que somos humanos, pero que tenemos algo en común, tenemos un mismo proyecto, un mismo ideal que es de encontrarnos con Dios a través de las personas, de amarlo y hacer que lo amen, de redescubrirlo en nuestras vidas y en nuestras historias personales.
Vivir en comunidad es un reto y un desafío inmenso, en la cual nos invita a morir primero a nosotros mismo, segundo morir a nuestros caprichos y voluntades propias, para vivir un estilo diferente y único, en poca palabras a morir a nuestros falsos ideales, a nuestros falsas amistades, a la independencia que estábamos acostumbrados, para ser testigo y presencia de Jesús en el aquí y en el ahora, sin importar lo que hacíamos o lo que dejamos de hacer por seguirlo a él.
En fin la comunidad nos ayuda a purificarnos, a madurar en la fe y en la confianza hacia un hermano/a, nos ayuda a confrontarnos con nosotros mismos, a ir cambiando nuestra manera de pensar, de actuar y de vivir, es decir, a ser mas auténticos con nosotros mismos, con la comunidad y con las personas que están a nuestro alrededor (pastorales). También podemos decir que la comunidad nos apoya cuando sentimos que ya no encontramos sentido, cuando ya no podemos mas, nos anima a continuar caminando, a recordarnos para que estamos aquí (motivaciones), nos impulsa a seguir optando por Jesús y su Evangelio, en los momentos de alegría allí está la comunidad haciendo cada vez más viva y más fecunda.
Por lo tanto es el Espíritu Santo que va actuando a través de las comunidades religiosas y va inspirando a sus miembros lo que Dios quiere, de ir respondiendo las necesidades y a las realidades bien sea en el Instituto, en las Congregaciones o en una sociedad y es allí donde la comunidad se convierte en mediación entre Dios y los hombres, también en la comunidad aprendemos aceptarnos tal cual como somos y de ayudarnos mutuamente para santificarnos, colocando también nuestros dones y carisma al servicio de la comunidad, en esa sencillez que el Espíritu Santo nos va impulsando para realizar la misión que Dios nos ha encomendado.
Espíritu de Dios guía siempre nuestras comunidades religiosas, fortalécela en sus dificultades, anímala en sus sufrimientos, para que puedan ser testigos y mediación en la humanidad y autentico discípulo de Nuestro Amado Jesús, con nuestra propia libertad, le hemos prometido seguirlo y ofrecer nuestra vida al servicio de aquellos que tanto lo necesita. Amén.
 
ESPÍRITU SANTO, ILUMÍNANOS Y SANTIFÍCANOS.


Escrito por la Novicia Ana Luisa Castillo